Un hombre, un ordenador

Un hombre, un ordenador

25 Noviembre, 2022

No hace tanto tiempo, internet parecía ser una simple tecnología para comunicar ordenadores. Pero internet ha terminado generando una nueva cultura, fundamentalmente común a toda la humanidad (o casi).

Las primeras revoluciones sociales, americana y francesa, a finales del XVIII, nos propusieron el concepto de “un hombre, un voto”, con las consecuencias de todos conocidas. Consecuencias evidentemente no nolo políticas. Un siglo después, en la primera mitad del XX,  y como consecuencia de la revolución industrial, asumimos la revolucionaria idea de “una familia, un coche”, auspiciada Henri Ford,. Las consecuencias fueron una noción enteramente nueva de la movilidad, y por tanto de la distancia y del tiempo, multiplicada gracias a la adopción generalizada del  teléfono y el fax. Algunos lectores tendrán que clickar AQUÍ para entender bien a qué me refiero.

Dos fuertes disrupciones, indudablemente.

Hace solo 40 años, en 1981, surgió el concepto que anima nuestra evolución en la actualidad. La profunda noción de “un hombre, un ordenador”, cristalizada en la aparición del “Personal Computer” de IBM. Un concepto nada banal, este del PC, pero más transcendental de lo que parece. Creo que ni el propio IBM alcanzaba a vislumbrar su impacto futuro, al igual que la mayoría de los expertos, incluso hoy, no identificamos al Personal Computer como el auténtico elemento desencadenador de la transformación digital.

Y es así porque hasta finales de los 90s no llegó internet para comenzar a dar el auténtico sentido a aquella propuesta,  Un cambio, entonces aún no social sino más bien técnico, que permitía a la gente acceder a la información de un modo nuevo. A mucha más gente, mucha más información, y mucho más rápido. La World Wide Web, claro. Un esquema de interacción hombre-máquina, dentro del principio de “un hombre, un ordenador”, con evidentes ventajas, que ha llegado a tener un impacto perfectamente reconocible.

Sin embargo, la culminación de aquella revolución de desveló con el móvil. El ordenador de nuestro hombre, en el bolsillo y conectado con otros ordenadores-hombres. Y el cambio que produjo fue mucho más profundo, afectando a la manera de comunicar, no ya máquina a máquina (TCP/IP), ni siquiera hombre a máquina (www), sino persona a persona, a través de este pequeño ordenador, heredero del PC. El significado de la palabra “hablar” se ha extendido a wasapear, término aceptado por la RAE, a compartir fotos, videos y audios, entre otros medios como TikTok, Instagram o Twitter. Y, ya de paso, al envío de documentos, facturas, extractos, contratos, incluso dinero… En el entorno de los negocios, la productividad se ha multiplicado gracias a la la desintermediación, al comercio electrónico, a la agregación de oferta y a otros mecanismos facilitados por internet en el bolsillo. Incluso han surgido nuevas formas de hacer negocios para complementar a las antiguas, y muchas de estas útimas están también atravesando una profunda transformación a través de lo digital. Brutal, desde luego. Sin embargo, percibo que lo que viene es aún más profundo.

Tres instituciones sociales en pleno cambio

Tenemos frente a nosotros tecnologías que podrían cambiar tres instituciones sociales muy arraigadas y fundamentales para nuestra civilización: las fórmulas de aprendizaje que empleamos, la forma de organizarnos como grupos de individuos, y la más pura manera atravesar la vida, de sentir, de relacionarnos con lo físico. Y estoy hablando, para situarnos, de la Inteligencia Artificial, de Blockchain, y de las experiencias inmersivas. Elementos hoy tan tecnológicos y alejados del común como lo estaba internet en los años 90, pero no mucho más. En aquella época no tan lejana, la gente temía lo peor al escribir en un formulario html el número de su tarjeta de crédito. Hoy, en 2022, estos mismos individuos guardan la tarjeta en su Apple Wallet, y dejan en casa la de plástico. Al menos sus hijos lo hacen así.

Continuará…

(Pon en tus marcadores esta página si quieres leer la continuación)

 

Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay